viernes, 1 de mayo de 2015

Río, ¿Ya no cantas?

[Conversación de agosto con el Moros.]

- ¿Ya no me hablas?
No oigo tu voz, ni tu risa, ni tus saltos, ni tu llanto, ni tu canto.
Cuando niño....jugabas con cada rama clavada en tu lecho...
Y hacías ondas y gorgoritos
en cada árbol de tu ribera.

Los pájaros aleteaban y te besaban en los remansos y tu les rodeabas
con pequeñas gotas claras
que brillaban como pepitas de luz.
Metálicas libélulas, azules y verdes, rozaban tu espalda y tu
te deshacías en surcos y rayas sobre los que arrastraban sus patas.
Arañas patilargas caminaban sobre ti y te hacían cosquillas y les dejabas que flotaran.

Y los niños....
Jugábamos en tus bodones y en tus charcas, y nos abrazabas haciendo espumas,
cantando y chasqueando ....¡Plas! cada vez que alguno saltaba.
Y hacías en tus aguas nubes oscuras cuando alguien pisaba en un rincón escondido
bajo ovas y algas, y con un cieno suave nos acariciabas entre los dedos de los pies.

Y siempre cantando,
deslizándote, suave,
arrastrando nuestros sueños y los rayos de luz que se posaban
en el espejo de tus aguas.
Siempre sin dejar de moverte.

Río Moros.
¿Ya no nos amas?
¿En donde te escondes?
¿Por qué ya no cantas?

- Como puede cantar quien no tiene amigos.
Quien se siente solo y nadie le acompaña.

Recuerdo esos tiempos que dices. Tiempos pasados....felices...

Bajaban las vacas
y con su lengua me acariciaban como solo los animales saben lamer las manos de quién aman.
El vaquero un poco mas arriba
se tumbaba, y con sus labios me besaba donde el agua estaba más clara.
Los niños... jugaban con las ranas,
y yo tocaba sus blancos pies,
 y ellos se enredaban entre mis pelusos y mis cañas.

Las mujeres del pueblo bajaban y reían a mi vera,
y me hablaban de rodillas mientras me hacían caricias con blancas sábanas, camisas, manteles,
y yo me quedaba el polvo y el sudor de cada obrada
que en el pueblo se labraba.

Las mozas.... me contaban sus amores mientras restregaban
y yo acariciaba sus manos que calentaban mis frías aguas.
A veces veía a un mozo, celoso, escondido tras los fresnos,
esperando que acabara para subirle el cesto a la morena que le robaba el alma.

Aun recuerdo noches en que mis labios mojaron sus enaguas,
y con mi agua en las manos del labrador, acaricié sus muslos y pechos de piel blanca.
Y ella quedaba reposando, saciada,
tumbada a mi vera, junto a la cárcava.
...

Soy yo quien te pregunta ¿Por qué me has olvidado?.
¿Por qué me apresas y maltratas?.
¿Por qué me escupes, y me arrojas todo el desprecio que no quieres en tu casa?
Si siempre te entregué mi sangre para que saciases tu sed,
¿dónde estás ahora que yo te necesito?

Como quieres que te hable.....
Si has vendido mi alma.



(Los comentarios y críticas son siempre agradecidos)

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