sábado, 5 de noviembre de 2016

OUTLET

   Desde el primer momento. Desde ese día que me abrió su puerta, sonriente y con esos ojos profundos que me atraían como un pozo sin fondo. Desde ese día me cautivó.

   Primero la visitaba a deshoras y esporádicamente. Luego llegué a venir hasta tres veces a la semana. Cuando perdí el trabajo tuvimos que dejarlo en una vez al mes. Ya sabe...la crisis puede con todo. Pero no con nuestro amor.

   Lo de menos eran los 50 Euros que le dejaba en la mesilla. Y que algunos meses tuviera que comer en la beneficencia para poder estar con ella.

   Desde hace dos años nos vemos cada primer miercoles de mes. A última hora. Ella solo trabaja los días laborables hasta las 11. No tiene a nadie que la controle, ¿sabe?. Eso es lo primero que me informé cuando vi aquel anuncio: Española, liberal y cariñosa y al lado su foto con aquellos ojos. Y debajo: Por 50 Euros todas tus fantasías.

   Y yo sabía que ella me correspondía porque siempre despues de las 11 nos tomábamos juntos una cerveza en el bar de la esquina. Bueno en invierno un chocolate con churros que la encanta. Me apasionaba verla reir a carcajadas cualquier ocurrencia que la contaba. Y como abría asombrada esos ojazos negros, oscuros en los que brillaba el neon de las luces del bar.

   Y la cuenta, una vez la pagaba ella y otra yo. Así que lo hacía porque en cierto modo me quería y me trataba como alguien especial para ella. Yo sabía que me cuidaba mejor que a todos los otros y eso para mí era suficiente.

   Pero esta tarde, hoy primer miercoles del mes de julio... Quiso la mala suerte que en el metro encontrara un periódico de hace meses abierto en la sección de contactos. Y allí estaba ella. La misma foto de hace diez años......Al principio me gustó verla y recordarla como era. Con la misma ropa y mirando con esos ojos que no han cambiado. Y debajo el texto: "Por 30 Euros todas tus fantasías".

   Algo me recorrió mi espalda y me hizo un nudo en la garganta. Comencé a llorar y la gente del vagón me miró como si estuviera loco. El viajero de al lado me sujetó preguntándome si me ocurría algo. Me zafé de sus manos, me levanté del asiento. Apenas pude llegar a la estación. Cuando llegué a la superficie tuve que parar a tomar aire. Recorrí entre sollozos las calles hasta llegar a esta casa, con el periódico apretado entre mis manos.

  Ella notó que algo me pasaba. Supongo que llamé de forma histérica al timbre de la puerta, pero aun así me sonrió como de costumbre y casi pude verme reflejado en la oscuridad de sus pupilas. 

  Se que la agarré del cuello y sobre la cama me perdí en esos dos pozos oscuros que cada vez estaban más dilatados y profundos.
......
  Luego les llamé a ustedes y esperé.

  El oficial que me escuchaba se levantó y se dirigió a su compañero.


- Ha confesado. Parece que la mató simplemente porque le cobró 20 Euros de más. Hay que estar loco. 

martes, 1 de noviembre de 2016

ENIGMA DE LA LECHERA DE MI AMIGO ANDRÉS





  Cuando yo era pequeño, pasaba casi todo el verano en ese gran pueblo que es Juarros de Riomoros.

     En casi todos los pueblos españoles de aquella época, la leche no se compraba en tetrabrik, sino que se ordeñaba a las vacas y aquellos que no teníamos, íbamos con nuestra lechera a casa de alguien que tuviera. ¡Como recuerdo aquella leche cremosa y la nata que se formaba mientras se cocía hasta tres veces a la lumbre!. ¿Y las rebanadas de pan con nata y azúcar?....

     Pues bien, aquel mes de agosto yo solía bajar con mi amigo Andrés a casa de mi abuela a por leche. Ambos llevábamos dos lecheras iguales. Si no recuerdo mal, hacían tres litros cada una si se llenaban hasta arriba.

     Cada tarde, o debería decir, cada noche, bajábamos a por cuatro cuartillos de leche cada uno y también cada noche subíamos dando vueltas a la lechera con el brazo haciendo un molinillo. La inercia hacía que la leche permaneciera dentro del recipiente y no se derramara ni una gota.

     Pero la noche en cuestión a Andrés se le rompió el asa, con tan mala fortuna que quedándose con ella en la mano, la lechera salió disparada regando la carretera con todo el líquido que llevaba dentro. No solo no quedó ni una gota, sino que la lechera cayó a un charco y se llenó de tierra y agua sucia.

     Después de pensar un rato, Andrés que ya era más liante que "El Liante", me dijo, "vamos al caño, allí la llenaré de agua". Y así lo hicimos. Tras enjuagarla bien, la llenamos de agua exactamente hasta el mismo nivel de leche que había en la mía.

     Entonces me pidió, "¿Puedes echarme un poco de leche para que coja el color blanco?". Yo pecando de generoso, eché leche hasta el borde. Pero claro, en la mía se notaba que había menos de lo que me habían encargado. "No te preocupes"  me dijo mi amigo, y comenzó a echarme el líquido de la suya hasta que los niveles se igualaron.

     Y aquí os planteo dos cuestiones:

    ¿Andrés tiene más leche en su agua que yo agua en mi leche o al revés?.

y


   ¿Creéis que podría saberse que cantidad de líquido tenemos cada uno en nuestra lechera en litros?. (Os aviso, esta respuesta es probable que solo la conozcan aquellos que hayan ido a por leche en aquella época).