martes, 21 de junio de 2016

ENIGMA DEL HOMO JUARRENSIS



        

  Como sabéis, hace miles de años la península Ibérica estaba cubierta por la selva. El soto del rio Moros, en Segovia, no existía como tal y en su ribera la vegetación era tan alta y tupida, que impedía que los rayos de sol llegaran al suelo.

          Ya por aquel entonces había en esas tierras algunos poblados de homínidos. Por ejemplo se han descubierto fósiles de asentamientos del famoso Homo Juarrensis, que, a juzgar por los restos hallados, debía de tener gran tradición por fiestas y celebraciones alrededor de las hogueras, disfrazándose con las pieles de los animales que cazaban y bailando a saltos con los brazos en alto ante sus deidades.

          Había otras tribus muy próximas, con las que mantenían estrechas relaciones de amistad. Como la del Homo Martimiguelensis, Homo Marazolejanensis y Homo Abadesus en cuya laguna artificial los niños se refrescaban en las calurosas tardes del verano, sin miedo a los terribles carnívoros acuáticos que poblaban el Moros.

          Según se interpreta de las pinturas rupestres de los yacimientos de la zona de "Los Barrancos" estas tribus tenían una curiosa tradición. Cada individuo de forma independiente miraba por la noche las estrellas, y de acuerdo a lo que éstas le transmitían, a lo largo del día siguiente solo decía o siempre la verdad o siempre mentía. Solo ellos conocían la forma en que leían el firmamento y todo ello quedó sepultado por la crecida de las aguas del Moros que siguió a la segunda glaciación.

           Eran personas hospitalarias, que sabiendo lo fácil que era perderse en aquella selva, y que esa zona era de permanente paso de tribus nómadas, ponían siempre un guardián en cada bifurcación de caminos. Pero sólo uno, porque había poca población y únicamente en las horas de sol. El encargo que este hombre tenía, era el de invitar al viajante a una bebida fermentada de la cebada de la zona y responder a una sola pregunta por cada tribu viajera.

          Estas tradiciones eran conocidas por todo el que se aventuraba por aquellos lares. Así que, sabiendo que no podían conocer si lo que el vigilante les respondía era verdad o mentira,  las tribus trashumantes llevaban preparada una pregunta a la que el guardián siempre respondía con el camino correcto.

          ¿Cuál creéis que era esa pregunta?

viernes, 10 de junio de 2016

AUSENCIA

A la hora de la siesta del labrador.
Cuando las mujeres terminan de recoger sus cocinas
y buscan el breve descanso de tejer,
en los portales sombríos de los hogares.

Y en la calle
el brillo hiriente del verano y el polvo de paja trillada
acuchillan los ojos del atrevido paseante.

Desde la ventana de mi alcoba,
hoy también te veo
gato gris,
buscando al abuelo.

Pero esa espadaña suelta en su asiento,
en el sillón vacío sin almohada,
en el lado de la sombra del corral sin dueño,
esa espadaña
se mueve libremente al viento.

Mayas y miras la puerta,
el penduleo sin fin de la cortina,
al ritmo monótono
de la corriente que la empuja desde dentro.

- Gato...
- ¡Si ya todos le lloramos!.  
- ¡Si ya nos consolamos y rellenamos su hueco!.
- ¿Que pasó contigo gato?
- ¿Se olvidaron de ti y no te lo dijeron?
...
Y el gato gris mira inquieto,
ese viejo gato no lo sabe.
Nunca más sentirá su aspera mano de esparto en el lomo,
ni lamerá sus palmas de salitre,
ni rabiará cuando le toque sus bigotes riendo.

El viejo gato gris no quiere saberlo.
 y por el tejado y la pared de adobe,
hace meses que silencioso baja y espera.
E imagina que la cortina se aparta,
el abuelo lo llama "bsss" "bsss" "bssss".
Y arrebujado en su regazo
ambos duermen la siesta.