viernes, 10 de junio de 2016

AUSENCIA

A la hora de la siesta del labrador.
Cuando las mujeres terminan de recoger sus cocinas
y buscan el breve descanso de tejer,
en los portales sombríos de los hogares.

Y en la calle
el brillo hiriente del verano y el polvo de paja trillada
acuchillan los ojos del atrevido paseante.

Desde la ventana de mi alcoba,
hoy también te veo
gato gris,
buscando al abuelo.

Pero esa espadaña suelta en su asiento,
en el sillón vacío sin almohada,
en el lado de la sombra del corral sin dueño,
esa espadaña
se mueve libremente al viento.

Mayas y miras la puerta,
el penduleo sin fin de la cortina,
al ritmo monótono
de la corriente que la empuja desde dentro.

- Gato...
- ¡Si ya todos le lloramos!.  
- ¡Si ya nos consolamos y rellenamos su hueco!.
- ¿Que pasó contigo gato?
- ¿Se olvidaron de ti y no te lo dijeron?
...
Y el gato gris mira inquieto,
ese viejo gato no lo sabe.
Nunca más sentirá su aspera mano de esparto en el lomo,
ni lamerá sus palmas de salitre,
ni rabiará cuando le toque sus bigotes riendo.

El viejo gato gris no quiere saberlo.
 y por el tejado y la pared de adobe,
hace meses que silencioso baja y espera.
E imagina que la cortina se aparta,
el abuelo lo llama "bsss" "bsss" "bssss".
Y arrebujado en su regazo
ambos duermen la siesta.

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