El
frío está aquí.
Ha
entrado hasta los huesos de la casa que habitamos.
El
año pasado no controlamos la factura del gas y la luz, y arrastramos los 300
euros que gastamos ese mes durante el resto del año, hasta que conseguimos que
nos reengancharan al menos la electricidad.
Hemos acordado entre los cuatro sufrir un poco dos meses, y
tirar hacia adelante el resto del año.
Mis
dos hijos no se quitan los guantes ni el abrigo en casa, y a propuesta de mi compañera, hemos decidido dormir todos juntos en la cama de matrimonio.
La
hora de ir a dormir es una fiesta. Nos acostamos pronto y jugamos bajo la manta
hasta caer rendidos. Después acaricio a mi pareja con los niños dormidos al
lado y nos reímos en la complicidad de no hacer ruido, aunque ayer por la mañana Pedrito
le preguntó a su mama qué le pasaba anoche.
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