[Madrid, 13 de Enero 2015. Taller: Relato corto tema: Absurdo]
Hoy a desmuerto Lázaro.
Acabamos de regresar del cementerio
donde apenados hemos desenterrado su ataúd. Pobre hombre, apenas podía moverse
y los dolores le impedían levantarse.
Su viuda, que había desmuerto apenas un mes antes, lloraba
desconsolada mientras le acercaba ropa limpia, y ayudada por sus hijos y los
servicios de desenterramiento le cambiaban.
El perfume que la empresa de desdefunción había esparcido
previamente, apenas podía con el nauseabundo olor que desprendía la apertura de
la caja. Todos los asistentes intentaban taparse la nariz de forma más o menos
disimulada.
Tras introducirlo en el coche para llevarlo a su hogar, la
familia se puso en fila a la puerta de la iglesia para recibir la enhorabuena por la incorporación de un padre a la casa.
Yo era el representante del ayuntamiento y delegado de la
seguridad social y me puse a su disposición recordándoles que que debían pasar por mi
despacho a firmar los papeles de la pensión que debía recibir hasta que
cumpliera los 65. En este caso serían casi 30 años de cobro, pues desmurió con
94.
Sus hijos debían juntar parte de sus bienes, para
desheredarse a favor de su padre y dejarle parte de las tierras que labraban. Y también una casa donde debía vivir a partir de ahora junto con su madre.
Mi obligación como administrativo legalista es complicada.
Como una desmuerte ocurre de forma imprevisible, de un día para otro deben resolverse un
montón de problemas. Tanto económicos como afectivos y de relaciones.
En demasiadas ocasiones, debes prescindir de tu lado humano
y ser pragmático, centrándose en hacer las cosas sin tener en cuenta los
sentimientos. A veces es necesario el deshaucio de los hijos y nietos para
darle casa a los padres.
En fin cada trabajo tiene sus partes malas.
(Los comentarios y críticas son siempre agradecidos)
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