Bucear en el lago que había junto a la casa a su lado, fue
lo único que recuerdo bello y sosegado de mi vida. Te acostumbras pero no
descansas. La vida en el límite devora el tiempo y el cerebro. Llega un momento en que el deseo de parar es mas fuerte que el de
vivir.
— Sam, por nuestra amistad. — Me descalcé y me senté en la
silla que me ofrecían— ¿Puedo pedirte un
favor?.
— ¿Si está en mi mano Jonny?
Noté el agua fría sobre mis pies ya grises.
— Si entras en la
casa en el armario del porche hay unas gafas y una botella. La última vez la
dejé sin oxígeno. Tu sabes como llenarla.
— Vamos Jonny deja ahora eso.
— Solo quiero que me lo pongas. Quiero ver de nuevo el paisaje del fondo del lago.
Sam hizo un gesto de disconformidad mientras removía el
barreño.
— Por favor Sam me lo
debes. Recuerda cuando eramos jóvenes. Nuestras juergas por los antros de
Chicago. Cuando nos juramos amistad eterna.
La presión en los dedos de los pies se hizo mas fuerte. Los
tenía helados y me dolían. Sam se puso en pie con el rostro triste.
— Esta bien. Dime una
cosa Jonny, ¿Mereció la pena? ¿Por qué con la chica del jefe?
Quedé pensando en el último año junto a ella. Estuve callado
mientras Sam llenaba de oxigeno la botella de buceo. Mientras me la colocaba en
la cara respondí:
- Si Sam. ¿Sabes? Creo que sentí eso del amor. Mereció la pena.
Sam asintió y dejó la
botella en mi regazo.
— Me alegro Jonny. El cemento ya está
duro.Tienes media hora de oxígeno... ¡Oye! Tu sabes que esto no es personal.
¿Sin rencores?
— Lo sé Sam. Sin rencores.
— Adios Jonny, hasta pronto.
Tomaron la silla entre dos y me arrojaron desde el muelle. Con mis pies aprisionados en aquel barreño lleno de cemento, caí
rápidamente y quedé torcido en el fondo de roca. La paz y el silencio me
rodeaban.
Y entonces la vi de nuevo nadando desnuda delante de mi, entre el banco de peces plateados.
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