Hace no
mucho tiempo, en un pueblo que ya casi todos conocéis (al menos de oídas) llamado Juarros de Riomoros, ocurría un curioso hecho en el día de la fiesta
mayor.
No se sabe
el motivo, o quizás sí. Pero la cuestión es que las cosas eran así, hasta
que dejaron de ser y de repente un año dejó de ocurrir.
El caso es
que cada año, el día de Nuestra Señora La Virgen del Pollo, en ese pueblo se asistía a la misa en honor de su Patrona, tras de lo cual se celebraba la procesión
acompañada de mozos y mozas, mayores y "mayoras", viejos y viejas. Y
todos bailaban jotas y gritaban ¡Viva la Virgen del Pollo!.
No solo
cuenta la tradición, sino que yo puedo dar fe de que acontecía lo que a
continuación voy a narrar.
Y es que todos los
años, había alguien que entrando en la iglesia por su propio pie y tras oír la
misa solemne, salía hacia la procesión por encima de nuestras cabezas, sin
poner los pies en el suelo. Al regreso de la procesión, entraba en la iglesia
de la misma manera y tras rezar la salve cantada y el Viva la Virgen Nuestra Patrona,
volvía a salir caminando.
Y esto lo
pueden confirmar todos aquellos que siendo mayores de edad, son de Juarros y
muchos aunque sean adoptados.
Quién pueda
confirmarlo que lo haga. Y quien conozca el motivo por el que dejó de ocurrir
que lo manifieste, pues es un gran misterio que ocupa parte de mis desvelos
nocturnos.
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