A sus 54 años, Antonio era un hombre
recio, pero liberal y abierto. Le
gustaban las tradiciones y la cultura y aunque en paro desde hacía tres años,
estaba como vulgarmente se dice "en el mundo", leyendo la prensa y
saliendo habitualmente con su cuadrilla de amigos.
Cada mañana llegaba al parque sobre
las doce del medio día, después de arreglar la casa y dejar preparada la comida
para los cuatro integrantes de su familia. Gracias a Dios
su mujer conservaba su empleo como funcionaria de correos y los dos hijos
varones de 17 y 15 años acudían al instituto cercano, sin problemas para
superar sus respectivos estudios.
Hoy Antonio se
sentó en su banco habitual, frente al lago, a la sombra de un castaño. Saco su
"tablet" y comenzó a leer en ella uno de los cuatro periódicos que
seguía habitualmente. Cuando llego el
señor Luis, lo encontró así, mirando la pantalla, moviendo la cabeza en señal
de negación y con un gesto de frustración en el rostro.
- Buen día
Antonio. - Saludó mientras se sentaba a
su lado.
- Hola Señor
Luis - Antonio trataba de usted a su amigo, aunque se conocían hace tiempo y se
trataban casi a diario. La diferencia de edad era evidente y a pesar de que
nunca le había preguntado por ella, estaba claro que ya no cumplía los 70.
- ¿Qué te pasa
que miras ese chisme con esa cara?. - inquirió el recién llegado -Más líos de
política supongo. No te hagas mala sangre. Entre ellos siempre acaban
poniéndose de acuerdo.
- No que va
Señor Luis. Aunque supongo que todo tendrá que ver. Estoy decepcionado con los
jóvenes. Incluidos mis hijos ¿eh?.
El señor Luis
hizo un gesto de extrañeza, interrogando con el gesto, pero sin emitir ninguna
palabra.
- Estoy leyendo
- continuo Antonio - que ayer domingo se juntaron en la Puerta del Sol cientos
de chavales para cazar pokemon. Los dos míos se fueron allí. Y eso que teníamos
pensado desde hacía meses que saldrían conmigo al campo, a la finca que nos
invito aquel amigo ricachón de nuestro pueblo.
- ¿Cazar en la
puerta del Sol?.- Don Luís se extraño.
- Es un juego
con los teléfonos móviles. - Aclaró Antonio pensando que el Señor Luis no lo
entendería por mucho que intentara explicar.
- Ah, eso. -
sonrió el Sr. Luis - Ya me estuvo enseñando mi nieto Julito. Un bicho amarillo
que se ve en la pantalla subiéndose por cualquier lado. Menudo lío montaron mis
nietos hace unos días en el pueblo. Bueno y alguno de mis hijos aunque tiene más
de 30. Se reían como locos e iban corriendo de un lado a otro como si el teléfono tirara de su
brazo y no pudieran resistir. - Y mientras decía esto, extendía su brazo hacia
adelante como si alguien estirara de él.
Ahora Antonio cambio el sentido de movimiento de su cabeza y se
convirtió en una afirmación.
- Eso es. Precisamente eso estaba pensando. ¿No le parece una
insensatez?. Cazar poquemon. Ni leer libros, ni ir al teatro, ni escuchar
música.....¡cazar poquemon!. Que nos quedará por ver.
- Hombre digo yo que una cosa no quitará la otra. - Intento mediar
el señor Luis.
- ¿Cómo que no? - Insistió Antonio - Si los llevas a cualquier
sitio, al cine, al campo, a ver un museo y no dejan de mirar la pantallita.
- Eso es verdad, eso es verdad...- Se convenció el señor Luis. -
Además todo con violencia y peleas. Mis dos nietos más jóvenes, se pasaron la
comida contando como uno le había arrancado la cabeza y las piernas al otro en
una pelea por atrapar un bicho de esos.
- Bueno, esa es otra - confirmo Antonio - Viene aquí un video de
esa reunión de la Puerta del Sol, en la que varios se pelean por conseguir un
poquemon que vale más puntos. Al final gana un chaval que tiene mejores armas
que los demás. Todo se resuelve con batallas y armas.
- Luego que hay violencia y que no saben llegar a acuerdos -
lamento el más viejo. - Y entonces ¿te quedaste sin estrenar la temporada? Con
lo ilusionado que estabas.
- No, no. Ni hablar. Hasta ahí podíamos llegar - se mostro duro
Antonio - Yo me fui a Guadalajara como tenía previsto. Además ya había quedado
con mis amigos y a los perros les hacía falta salir.
- Y que tal se te dio. El viernes se te veía ansioso.
- Pues regular la verdad. - Antonio hizo un gesto de resignación -
Había mucha gente y bueno el día se dio bien, pero perdí dos perros, uno de
ellos el mejor que tenia.
- ¿Y eso?
- Pues ya ve. Aunque el coto es enorme, había mucha gente y con los
perros y todo, era un caos. Por suerte yo me conozco aquel coto
perfectamente....
- Si ya me contaste que ibas desde muy joven -
- Si, - Y Antonio miró hacia el cielo - Mi padre, que en gloria
esté, me llevaba allí ya con trece años. Él ya era perrero y me inculco esa
afición.
- ¡Qué tiempos sin tanto teléfono!. - Añoró Don Luis.
- Si.... Bueno pues el caso es que cogí a mis amigos y todos los
perros, nos metimos en la furgoneta y nos fuimos a la zona más agreste. Allí es
difícil llegar si no conoces los caminos y además las mejores piezas se
refugian allí cuando oyen tanta algarabía. Soltamos los perros y enseguida
salió un cerdo enorme. Con tan mala fortuna, que el primer tiro que le pegó uno
de los tiradores, solo le alcanzo una pata y pudo huir.
- Vaya.
Antonio continuó con cierta emoción:
- Los perros lo persiguieron y lo acorralaron contra unas rocas y
unas zarzas, pero el cabrón del jabalí, enganchó con los colmillos a dos perros
y los reventó. Cuando llegamos y lo rematamos, uno de ellos estaba desangrado y
el otro con las tripas fuera, aunque pudimos coserlo y se recuperara.
- Entonces solo perdiste un perro.
- No. Que va. - Y Antonio levantó
su mano abierta sobre la cabeza con frustración - A otro nuevo, que
llevaba la primera vez, tuve que sacrificarlo allí mismo. En cuanto escucho el
primer disparo, se asusto y salió huyendo. Si te sale un perro así es mejor ahorcarlo
en el acto. Nunca harás carrera de él para cazar.
- Ya . Pero bueno, son cosas de la caza ¿no? - Encogió los hombros
el Señor Luis.
- Si, si. La verdad es que fue un día para recordar. Y la cabeza
del bicho impresionante. Aunque no sé si tendrá arreglo. Recibió tres disparos
y quedo un tanto deteriorada. La he dejado en el taxidermista a ver si puede
hacer algo.
- Esos bichos quedan muy bien en la pared y luego sirven de
recuerdo ¿Verdad? - Dijo el señor Luis.
Antonio asintió y continuo.
- Y usted que tal ¿Fue a la feria?.
- Pues lo intente - Pero no pude entrar-
- Anda....
- Pues es que.... tonto de mi. Quise llevar a mi nieto, Javier, el
de mi hijo menor....Le conoces de un día que vino conmigo aquí. Hace ya dos
años.
- Uno rubito, delgadito...
- Sí, bueno, ahora ya tiene 14, ha dado el estirón y ya no es tan
finito...- Pues cuando quise sacarle la entrada, resulta que no dejan entrar a
menores de edad sin la autorización de sus padres. Y claro yo solo soy su
abuelo.
- Anda ¿y eso?
- Pues que dicen que los toros es un espectáculo violento para
niños.
- Lo que hay que oír - Contestó Antonio moviendo
negativamente cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios y críticas siempre son agradecidos.